a I. Miller,
por darme a Heidi.
Me pregunté entonces,
cuántos de aquellos hombres la habían tocado,
cuántos sabían de ella tanto como el propio Oreste.
CESARE PAVESE
El diablo sobre las colinas
La primera vez que crucé miradas con Heidi fue en un momento equivocado, fortuito, efímero, pero de espacio suficiente para no perdernos el rastro durante toda la fiesta. Fue una noche de octubre, en el cumpleaños de Belén Salazar. Esa noche, Heidi y yo nos miramos con todas las atenuantes de dos ena
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