Carlos apagó las luces del automóvil, suspiró fuerte y aventó el cigarrillo hacia la calle. Miré mi reloj de pulsera, eran las tres diez de la madrugada. Aquella era una noche fría de otoño, densa, suspendida por la niebla nocturna. Tomé el móvil y le texteé a Dafne. Le dije que ya estaba ahí. Carlos y yo no dijimos nada durante el camino, ya lo habíamos dicho todo antes de ir, antes de que Dafne me enviara mensaje pidiéndome que fuera por ella, mientras estábamos en casa de Edna y su familia, f
All rights reserved