Este cuento rescata el tradicional mito de la segua y reinterpreta .. al estilo de nOsfera..
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🕯️ LA SEGHUA EN NOSFERA
(Un cuento del Día 32)
A veces, Azhaeriel salía de NOSFERA.
Unas por vicio, otras por destino…
si algo como el destino aún existía.
Cruzaba los caminos solitarios donde la niebla tiene ojos ebrios que devoran,
y los bares todavía recuerdan los nombres de los muertos.
Ahí quedaron sus risas, su duda, su espanto.
La fe ahogada en la ceniza.
Aquella noche tocaron Los Garbanzos en el Sand Bar.
Él había bebido demasiado,
como siempre.
Venía tarareando Torera,
esa canción que le arrancaba una sonrisa herida y perfumada de melancolía.
Le gustaba su letra cruda,
su fuego de carne y bruma,
como si el pecado también pudiera ser una plegaria.
De pronto se detuvo.
El aire se endureció.
Un hombre golpeaba a una mujer… o eso creyó ver.
La sombra de un demonio huyó entre los matorrales.
Azhaeriel corrió hacia el caído.
Era el hombre.
Tenía una oreja arrancada,
y en el rostro una mueca de horror tan absoluta
que hasta los cuervos vomitan.
“Pobre de él…” murmuró.
Sacó la botella, bebió un trago más,
encendió un cigarro,
y cerró los ojos del muerto con una ternura herida.
Luego lo enterró,
porque en las tierras fronterizas entre los mundos
no debe quedar nadie sin sepultura.
Siguió tambaleando bajo la lluvia,
esa lluvia que parece llorar por los que no saben hacerlo.
Golpeó una puerta.
Una mujer abrió.
Era hermosa.
No como Nahema…
Era otra clase de fuego:
uno que quema y suplica a la vez,
el que se ama aunque duela,
el que arrastra al abismo solo con mirar.
Ella sonrió.
Le invitó a pasar.
Azhaeriel entró como un sonámbulo sediento,
guiado por el perfume de algo prohibido y ancestral.
Pero ella supo al instante:
él no era humano.
Tampoco un dios.
Por eso no lo mató,
como hacía con los demás.
Los hombres que buscaban sexo barato,
poder o sumisión,
esos eran su alimento.
Los devoraba con una mezcla de rabia y lástima.
Pero este…
este la miró sin miedo,
con un destello de amor que ni ella recordaba.
Y por primera vez en siglos,
alguien la vio como fue antes,
cuando aún soñaba con cielos y canciones.
No vio su demonio.
Vio su alma.
Y eso, por un instante,
le devolvió la fe.
En la cabaña —a veces bar, a veces trampa—
una guitarra colgaba de la pared,
silenciosa, como un cadáver que aún respira música.
Azhaeriel la tomó con la delicadeza con que se toca a una mujer,
y comenzó a tocar.
Y la Seghua,
ese espectro maldito de belleza rota,
se sintió humana otra vez.
Viajó entre la voz y la melodía,
entre universos no inventados y memorias rotas.
Lloró.
Recordó lo que amó antes de convertirse en demonio.
Antes de perder su humanidad,
incluso estando viva.
Y él cantó:
> The demons sing a sadly,
the night gave me its wings…
The angels no longer know how to hide their tears…
Entonces, el aire se quebró.
El tiempo se abrió en dos.
Un portal de luz tembló en el vacío,
y las lágrimas de ella ardieron como cristales líquidos.
Lo miró por última vez,
sabiendo que lo amaba.
Y ascendió.
Libre al fin.
Azhaeriel quedó solo,
mirando el humo de su cigarro
y el eco de la guitarra que aún lloraba entre la lluvia.
Y en Not Death’s Bar,
Nahema alzó la vista en silencio.
Sintió dentro de sí
que Azhaeriel lloraba en algún lugar del mundo.
Buscaba la soledad…
por un dolor que aún no entendía.
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🌑 Nota del Día 32 – La Redención de los Espectros
> El Día 32 pertenece a los hijos del umbral,
aquellos que redimen al monstruo no con espada, sino con ternura.
La Seghua representa el deseo maldito que aún sueña con ser sagrado.
Azhaeriel no la venció: la escuchó, y al hacerlo la salvó.
Así se abren los portales del perdón en NOSFERA.
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